Estudio

La obra depurada de Soledad es, como toda creación de verdadera calidad, la combinación de un talento natural, una absorbente pasión de toda una vida, con un aprendizaje intenso, serio y sin atajos, de los mejores en su campo.

No hubo un tiempo en la vida de Soledad en el que no estuviera fascinada por la armonía de los espacios. Era esa, ya de niña, la parte favorita de cualquier juego: preparar el escenario, disponer con instintiva sabiduría los elementos a su alcance. Pero si hay que fechar un momento concreto en que este amor de siempre se convirtió en flechazo, habría que situarlo en una feria de anticuarios en Burdeos, un viaje familiar donde reconoció su vocación de siempre.

Formada en Londres, su interiorismo parte de un respeto creativo y vital hacia lo clásico, lo que el tiempo ha cribado y elegido. Es el clasicismo sabiamente asomado al mundo contemporáneo lo que crea las inconfundibles atmósferas sofisticadas que le han dado un justo prestigio. Es la destilación de una sensibilidad personal y un íntimo amor por el silencio encarnadas en lugares que recrean atmósferas y ambientes únicos.

De ahí al prestigio de que hoy disfruta hubo un camino apasionado que se inició en Madrid a la vez que se licenciaba en Derecho, pasó a Londres, donde absorbió nuevos conocimientos de anticuario en Christie’s, probablemente la más reconocida casa de subastas de arte del mundo, y de interiorismo en la Inchbald School of Design.